Práctica 11. Educación 2030: En el principio fue el caos



Estimada Patricia:


Te escribo esta carta porque confío en que el lenguaje pueda exceder aquello en lo que ha fracasado la ciencia.

2030 no será como prometieron a tus padres. Será un año predecible, descansado, sin trascendencia ni robots o microchips que nos introduzcan en el cerebro nuevas informaciones. Sí dejarán de estar prohibidos los móviles como herramientas complementarias a la educación; pero lejos de ahí, 2030 no será nada. A ti te dolerá porque confías en el progreso. Intentarás adelantarte a estos nueve años y verás en nosotros un fracaso buscado; te preguntarás por qué no tuvimos más ambiciones. Pero lo que pretendo contarte es que estuvo bien que las cosas fuesen de este modo. Patricia, restituimos la educación en el orden perdido aunque aquello se opusiera a tus sueños de adolescencia; sin máquinas de realidad virtual en las clases de Historia ni el tú a tú con el mundo que se había acabado. Quiero decir: estuvo bien comprobar que todavía nos necesitábamos en carne.

Durante un tiempo, cuando el uso de mascarillas dejó de ser obligado, nos fuimos acostumbrando a las distancias. El nuevo plan de Educación obligó a modificar la infraestructura de los centros para que los treinta alumnos cupiesen dentro de una misma aula, sin incumplir el metro y medio de seguridad entre unos y otros; pero el proyecto de mejoría logró un efecto inverso: se desatendieron las necesidades específicas, se evitó el trabajo cooperativo y, como consecuencia, empezamos a desconfiar los unos de los otros. Quienes estaban al fondo de las clases apenas podían entender lo que se estaba comunicando al principio del aula. Vivíamos tan asustados de saber que caeríamos en un rebrote. Y luego estuvo el pin parental, las falacias y la posverdad masificada. La agenda preparada para 2030, que abogaba por la diversidad social, el desarrollo sostenible y el bienestar común, se vio frenada por las leyes y los juicios de quienes malversaban a la Educación. Tú te repetías: en el principio fue el caos. En el principio fue el caos.

Bueno, lo fuimos diluyendo. Nos necesitábamos tanto. Hacia 2027 el exceso de espacio en las aulas fue reemplazado por un muro que nos permitió tener dos clases separadas por cada una. La bolsa ofertó más plazas a la docencia, lo que ayudó al cansancio de los profesionales y a la atención individualizada. Más lejos de la pandemia, fuimos perdiendo el miedo a que el otro estuviera cerca. Era tanto lo que necesitábamos volver al afecto.

Patricia, yo te escribo esta carta para que mires al lenguaje.

Sé que preferirías hacer de este mundo una distopía científica, la promesa y el sueño que nos prometieron en la infancia. ¿Para qué, Patricia? Tampoco necesitas crear una brecha temporal: mira esta palabra. Te estás leyendo en un tiempo distinto al tuyo solo con esta palabra. No nos toques con esa vergüenza: ya tienes al lenguaje. Para qué el tiempo.



Cuídate mucho,
desde el afecto,
desde tu otredad,

Patricia

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